El chuzo de Felipe Cedeño es tan coqueto que le han salido varios compradores, quienes le han ofrecido la plata que él pide, solo que luego se arrepiente y no lo vende.
Así le ha pasado en varias ocasiones con su Mazda 1300 modelo 1974, el cual tiene desde hace dos años y que lo cuida como si fuera el chineado de la casa.
Cedeño es un amante de la marca Mazda y tiene tres vehículos de esa marca junto con su papá, Jorge Cedeño, pero este tiene un significado especial, pues el anterior dueño era una persona muy especial para la familia. Ese valor sentimental y lo bien que está el carrito hacen difícil que sea vendido.
Entre quienes han intentado comprar el auto está el comediante Edgar Cartín, El Galán, quien aceptó el precio y se puso de acuerdo por Facebook con Felipe para ir a verlo, pero al final Cedeño se arrepintió y le dijo que no, por lo que ni siquiera lo llegó a ver.
“El carro era de un amigo de mi papá que corría autocross, el famoso Luva (Luis Vargas). Este fue el último proyecto de él antes de fallecer y el carrito quedó allí”, dijo.
Entonces Felipe y su padre lo compraron para restaurarlo, en eso tardaron un año.
“Le hicimos trabajo en pintura, tapicería, alfombrado, pisos. Se le hicieron modificaciones para que estuviera más rápido, los aros que anda son de competición”, contó el orgulloso dueño, quien añadió que ni él ni su padre se dedican a la mecánica, pero saben del asunto y les gusta andar traveseando.
El auto lo usan para ir a clubes y exhibiciones de autos antiguos y para algunos mandados o pequeños paseos.
“Esos carros fueron famosos en Costa Rica porque había una versión de panel cerrado que usaban para vender huevos en la calle, en las panaderías para jalar pan y en las fincas porque eran muy espaciosos para cargar leña. Eran indestructibles, por eso la fama”, contó.
“Me han ofrecido comprarlo. El Galán anduvo buscando uno así, me escribió y hasta aceptó el precio, que lo puse alto, pero me arrepentí y le dije que no. Me han ofrecido hasta carros más modernos, pero creo que ya no lo vendemos”, dijo.
La idea, según Felipe, es que las próximas generaciones de la familia disfruten el chuzo.
“Es una reliquia y conforme pasen los años va a ir adquiriendo más valor. Yo me enamoré de los Mazda porque cuando era pequeño a mi papá le gustaban los Mazda RX7 y me crié con esa marca”.
“Mi segundo carro fue un Mazda, son confiables, rápidos y ya uno les conoce la maña”, dijo Felipe.