Colombia estalló de júbilo este sábado cuando Egan Bernal cruzó la meta en Val Thorens y se convirtió en el primer cafetero en ganar el Tour de Francia.
A Bernal solo le falta el paseo del campeón, que se realizará este domingo y que terminará en los Campos Elíseos, en París.
Unos brazos morenos, del mismo color panela del “Joven Maravilla”, sacudían por los aires de Zipaquirá, la ciudad que adoptó a Bernal hace 22 años, una bicicleta. Contra el marco gris se estrellaban papeles de colores y puños cerrados que festejaban como propio el triunfo.
Los sonidos de vuvuzelas y las lágrimas acompañaron al campeón virtual de la principal competición ciclística del mundo, a 8.900 kilómetros de Zipaquirá.
Unas 500 personas resistieron el frío de la mañana, en esta localidad cercana a Bogotá, para seguir, a través de una pantalla gigante, la penúltima etapa del Tour que consagró a Bernal como el hombre más joven en ganar la carrera desde 1935.
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“Es muy emocionante, si uno se emociona no me imagino él cómo debe estar”, dijo Lina Ángel, una publicista de 30 años que, vestida de rosa, sale cada fin de semana a pedalear por las sabanas de Bogotá, las mismas en donde entrena a diario el pedalista del Ineos.
Aferrada a su “cicla”, como se le llama coloquialmente a estos vehículos en Colombia, esta admiradora de Nairo Quintana paró su recorrido de dos horas para ver la consagración de Bernal.
“Egan es la nueva generación de ciclistas que heredan ese récord que tiene Nairo”, quien carga con un Giro de Italia y una Vuelta de España, agregó.
A unos metros de Ángel, Fabio Rodríguez, que corrió la Vuelta a Costa Rica en 1991, luchaba contra las lágrimas que se asomaban por sus ojos. El exentrenador de Bernal hasta los 16 años, cuando brillaba en el ciclomontañismo, recibía felicitaciones de propios y extraños.
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“Es increíble todo lo que pasa con él, no ha completado los cuatro años de estar dedicado a la ruta y ya está ganando el Tour”, apuntó. “Siento sentimientos muy fuertes, es complicado decirlo, explicarlo, porque se trabajó, pero no se trabajó con el objetivo de ganar el Tour de Francia... sino de tener una buena persona”.
Aguerrido gregario que compitió en dos Vueltas a España a principios de los noventa, “Besolindo” Rodríguez cuenta los segundos para recibir en Zipaquirá a su pupilo estrella, quien pese a haber hecho carrera en la bicicleta de montaña optó por el ciclismo de ruta, su sueño de niño.
“Yo creo que voy a llorar...abrazarlo, llorar, es duro”, dijo con los labios apretados.
Rodríguez pudo mantener a raya sus emociones. Pero Alex Villarreal tenía húmedos sus ojos y mejillas.
Con un buzo de la selección de fútbol de Colombia y una bandera tricolor colgada a modo de capa, este comunicador social festejaba una victoria tantas veces postergada en Colombia pese a los intentos en vano de pedalistas como Quintana, Rigoberto Urán, Fabio Parra, Santiago Botero o Álvaro Mejía.
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“Me sentí orgulloso de ser colombiano”, afirmó. “En cien años es la primera vez que un colombiano lo gana”.
Bicicletas de neumáticos delgados, todoterrenos y con canastos para domicilios se agolparon en la plaza de Zipaquirá escogida para el festejo, al lado de una vieja estación de tren.
La escena se repite a diario en pueblos y ciudades de Colombia, donde la “cicla” es más que un medio de transporte para millones.
Cuando Bernal aún no había nacido, en 1987, salió de circulación la primera bicicleta apagaincendios que tuvo el cuerpo de bomberos de Zipaquirá.
Cumplió con sus labores desde 1984, pero dos años después hubo una fuerte llamarada que obligó a comprar un camión de emergencias y a empezar las jubilaciones de los caballos de acero. Ahora se pasea junto a otros vehículos clásicos de la ciudad.
Luis Carlos Ospina muestra con orgullo la primera ‘bici’ que tuvieron los bomberos zipas. De rojo y blanco, aún porta la manguera de siete metros, el hacha y los extintores para combatir el fuego.
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Y también la sirena que anunciaba su llegada, solo que este sábado, a diferencia de hace tres décadas, sonó en honor al dueño del maillot amarillo.
Ospina cuenta que con frecuencia se encuentra a Bernal, reconocido por su timidez y serenidad, cuando sale a entrenar. Y no esconde su admiración.
“Es una persona muy sencilla, muy elegante, muy chévere (agradable)”, afirma este voluntario de bomberos de 51 años. “No hay queja del hombre, si lo tiene que saludar a uno lo saluda, no es de los que se crece con el título”.
Lo único que crecerá, de ahora en adelante, es su leyenda.