Su primera bicicleta fue prestada. Tenía cinco años cuando tomó la cleta amarilla que todos en su familia compartían y usaban por igual, ya ni se sabía quién era el dueño.
Tímido y de pocas palabras, el pequeño se divertía al balancearse de lado a lado al mover sus piernas, una tras otra, y avanzaba por las montañas mientras el frío viento le congelaba la nariz y las orejas.
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No necesitó rueditas de freno en las llantas, el pedal lo sabía manejar hasta con los ojos cerrados.
Egan Arley Bernal Gómez estaba destinado a ser uno de los mejores ciclistas del mundo, lo que comprobó este domingo al ser el primer colombiano en ganar el Tour de Francia a sus 22 años.
Comenzó a correr por los caminos de Los Cámbulos, el primer barrio en el que vivió junto a sus padres, ubicado la zona rural del municipio de Zipaquirá, en Cundinamarca, Colombia.
No había ninguna calle pavimentada, ningún camino fácil, todos estaban llenos de piedras, lodo, pendientes y desniveles. Fue bendecido por haber crecido en estas tierras que le han dado a Colombia pedalistas de oro.
La topografía de la región y la altura sobre el nivel del mar han hecho de los pulmones de Egan una máquina imparable que ha permitido que el ciclista vea las amenazas como ventajas, al lado de los pedalistas europeos a quienes, por ejemplo, la altura les dificulta respirar.
A diez minutos de la terminal de transporte de Zipaquirá está la humilde vivienda de ladrillo y pocos colores que era de su abuelo Álvaro Julio Bernal y en donde actualmente vive un tío.
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Egan fue fruto del amor entre Flor Gómez, quien trabajaba en los cultivos de flores, y su padre Germán Bernal, guarda de seguridad.
Nació en un hospital de Bogotá el 13 de enero de 1997, luego de que su madre no fuera atendida en el centro de salud al que fue llevada de urgencia.
Egan es recordado en el pueblo como un niño muy cariñoso y tierno, un hombre sencillo y tímido a quien la vida ha acostumbrado a ser un triunfador.
Lazos familiares
Para Ómar Humberto Pachón Bernal, primo de Egan, las anécdotas de su infancia son innumerables. Tuvo que cuidarlo desde que era muy pequeño, lo acompañaba cada día mientras su tía Flor (como le dice de cariño a la mamá de Egan) y su tío Germán iban a buscar el sustento desde las 5 de la mañana.
El tiempo fue pasando y, con él, Egan creciendo. Se divertían jugando en los camarotes de metal en los que dormían, imaginaban que eran buses y debían conducirlos.
No hubo fútbol ni otros juegos, pero siempre estuvieron presentes las bicicletas. Ómar soñaba con convertirse en ciclista, así como también lo deseó Germán, el padre de Egan, quien no llegó a las filas profesionales por cuestión de tiempo y de patrocinios.
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La familia Bernal es una familia de ciclistas, llevan el deporte en las venas, no hay uno al que no le guste, así como no hay ningún día sin que pedaleen.
Cada año Egan se sentaba con su padre a ver el Tour de Francia por televisión e, incluso, escuchaban las narraciones por la radio.
Para tener su primera bicicleta, entre la familia hicieron rifas y varias actividades para recolectar el dinero y así poder comprar una.
Inicios formales
Egan llegó a una escuela de ciclismo a sus ocho años, cumplió con los horarios y trabajos que le indicaba su entrenador, no faltó a ninguna clase y siempre se caracterizó por algo que recuerda con nostalgia Fabio Rodríguez, su primer técnico.
“Egan siempre hacía de más, si tenía que entrenar una hora, él hacía una hora y media, y así".
Eso lo llevaría a ser lo grande que es hoy. Cuando cumplió nueve años, el Instituto de Recreación y Deporte de Zipaquirá organizó una competencia de ciclismo municipal, que sería la primera de Bernal.
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Sin embargo, para el día de la disputa no tenía ni las zapatillas ni la bicicleta. Nuevamente, su familia se unió y le buscaron los elementos. Egan ganó.
“A pesar de que parece que no habla mucho, que no dice muchas cosas, él es muy inteligente”, dice Rodríguez.
Cada vez que ha regresado de alguna competencia internacional, el alcalde de su pueblo ha estado allí esperándolo con bombos y platillos, pero Egan prefiere no avisar sobre su llegada.
Sin embargo, esta vez podría ser diferente porque llegará como el primer colombiano en ganar el Tour de Francia, la competencia de ciclismo más importante del mundo.