La selección de Bélgica tiene hoy a una de las estrellas del fútbol mundial. Algunos despistados han llegado a llamarlo "el chiquitillo que usa la diez", pero los que aman el fútbol saben que se llama Eden Hazard y que no es tan chiquitillo: mide 1,73.
Los primeros pasos de Hazard en el fútbol comenzaron temprano y de una manera curiosa.
Un hueco en la cerca de su jardín era la puerta de entrada del pequeño Eden desde su casa a la cancha de fútbol que tenía al lado: el modesto estadio de Braine-le-Comte, en la región de Valonia, a 50 kilómetros de la frontera con Francia.
De ese ambiente tranquilo, apartado de casi todo, la actual estrella de los Diablos Rojos pasó a jugar en uno de los clubes más poderosos del mundo, el Chelsea inglés, y a disputar este martes las semifinales con Bélgica ante Francia en el Mundial, donde podría conseguir el mayor éxito de su carrera.
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”Eden tenía cinco años, era demasiado pequeño para pasar por encima de la valla de madera, así que encontró un espacio para hacerlo por debajo y poder llegar al campo de fútbol”, cuenta su padre Thierry, uno de sus primeros entrenadores.
Entre los 5 y los 10 años, Eden llevó la camiseta de un club que ha marcado a tres generaciones de los Hazard: el abuelo Francis fue miembro fundador del Stade Brainois en 1969, el padre Thierry fue jugador y llegó a la segunda división belga, y Eden y sus hermanos, entre ellos Thorgan, también actual internacional belga- igual pasaron por allí.
Hoy es un símbolo del fútbol y lo debe en gran medida a las centenares de horas que pasó pateando la bola en ese campo al lado de la casa.
“No había columpio en casa de los Hazard, sólo balones. El de Eden, pero también los que los jugadores del Braine enviaban torpemente por encima de la valla”, contaba en 2016 Pascal Demoitiez, dirigente histórico del club.
Él vivió directamente el estallido del talento de Eden y comprendió desde muy pronto que “tenía algo por encima del resto”.
“A mediados de los años noventa, cuando la cancha había sido sembrada de nuevo, recuerdo que descubrí a un niño que estaba jugando allí pese a que no estaba permitido. Reconocí a Eden, que con los pies desnudos y desde los dieciséis metros, enviaba el balón sistemáticamente a la escuadra. Quedé impactado por ese muchacho, que apenas levantaba unos palmos del suelo”, recuerda Pascal.
Deslumbró con su estilo y jugando descalzo
Su primer entrenador oficial, Michaël Pauly, afirma que desde el principio sabía que ese niño llegaría lejos.
“Tras un primer entrenamiento le dije a mi padre (entonces presidente del club) que teníamos un superdotado.
En cada torneo, incluso en los que tenían presencia de equipos venidos del extranjero, era elegido el mejor jugador.
“Había que estar ciego para no ver sus cualidades”, afirma el padre del futbolista. “Pero le dijimos que no debía soñar mucho con una carrera profesional, uno nunca sabe qué te reserva la vida, no quería que sufriera una gran decepción”, recuerda.
Hasta los 10 años deleitó en el Stade Brainois, cuyos dirigentes lamentan no haber recibido nunca ninguna indemnización por la formación de este diamante, ya que ese concepto sólo es retribuido a partir de los 10 años, justo la edad en la que Eden dejó Braine-le-Comte (a 50 km de la frontera francesa) para ir al Tubize, un club cuyo primer equipo estaba entonces en la segunda división belga.
Lo que vino después es una historia mucho más conocida: Hazard ingresó en el centro de formación del Lille francés a los 14 años y debutó en la Ligue 1 a los 16. Estuvo en esa liga cinco años antes de irse a Inglaterra.
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Ahora el mundo lo tiene en la mira, eliminó a Neymar del Mundial y este martes puede ayudar a Bélgica a alcanzar la primera final de su historia en el torneo más importante del fútbol. Un sueño a punto de hacerse realidad.