Un Volkswagen cruzó el Atlántico a finales de los años 70 y unas décadas después, cuando parecía que había cumplido su vida útil, un fiebre de los vochos lo compró para restaurarlo y hoy, cuando transita por las calles, se encarga de dibujarle una sonrisa a quienes lo ven pasar.
Nelson Morales, quien vive en San Juan de Dios de Desamparados, nos contó que su carrito, un escarabajo modelo 1970, fue traído al país por Juan Carlos Durán en 1978, luego de rodar por varios años en Alemania.
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Morales recordó que en el 2012 tuvo la oportunidad de comprar el vocho, que lo vendían para usar sus partes como repuestos, pero él, un amante de los clásicos, decidió adquirirlo para restaurarlo, una labor en la que destinó seis años de su vida para revivir a esta joya.
“Desde que lo compré comenzamos el proceso de restauración. En esto tardamos unos seis años e invertimos en la pintura, se le compró una caja de herramientas, la radio, el volante, la tapicería y todo, con el objetivo de conservarlo tal cual.
“Lo que quería era mantener su valor histórico y lo logramos, no fue fácil, pero nos encanta el resultado y al día de hoy, le sacamos provecho en exhibiciones, para mantenerlo en buen estado”, confirmó.
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Nelson afirmó que este vocho se llama Ranita y así fue bautizado por una sobrina de su esposa, debido a su forma y su color.
“Personalidad” única
Nelson afirmó que el color original del escarabajo era blanco hueso, sin embargo, cuando lo compró tenía un tono plata. Morales quería que se convirtiera en un carrito más alegre, por lo que lo pintó verde.
Para imprimirle su estilo, le puso calcomanías con elementos de la época hippie. Sus asientos son de tela, gris con negro y por dentro es una belleza. Nelson y su esposa, Maribel, suelen vestirse como hippies, en ciertas actividades para resaltar la personalidad de la Ranita.
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“Estos carros se convierten en todo un atractivo para las personas que uno se topa en la calle, porque la mayoría de las ocasiones sonríen al verlo, se les alegra la vida, por decirlo así. En un mundo donde el corre corre de la gente, en sus preocupaciones, el verlos cuando observan el carro nos invita a acercarnos como seres humanos.
“Recuerdo que hace unos días, un niño se acercó con su familia a tomarse unas fotos y se le permitió sentarse dentro del carro y expresó que era el día más feliz que había tenido, ya que su sueño es tener un carro como este”, manifestó.
El dueño de esta joyita comentó que para él, más allá de su valor económico, la Ranita tiene un gran valor sentimental.
“Siento que el escarabajo es como el carro del pueblo; porque en sus orígenes tiene una conexión directa hacia sentimientos y emociones positivas que despierta en las familias. Me encanta tenerlo, salir a la calle con él y aunque no lo uso a diario, precisamente para conservarlo, cuando lo llevamos a alguna exhibición, me siento feliz de ver los sentimientos que despierta en las personas”, expresó.