En la oscuridad, sin una cálida bienvenida, la Selección Nacional y el séquito de Rodolfo Villalobos tocaron suelo tico la noche de este sábado en el Juan Santamaría.
Visto en frío, al igual que el recibimiento, en nuestra sexta participación mundialista continuamos el desprestigio escrito en Rusia 2018, también con Villalobos, pero de la mano de Óscar Ramírez.
Una vez más, agradecerle a la Negrita de Los Ángeles su protección, porque luego del 7 a 0 en el debut ante España, aquello pintaba a desastre total. El caos se disimuló con el sorpresivo triunfo contra los japoneses, en el único remate a marco rival, empujado por la gran fe, con tintes de milagro, de Keysher Fuller.
Contra los alemanes nos contentamos por unos minutos que se jugaron a puro corazón, amén de que los teutones presentaron una de sus peores selecciones y no nos zamparon más de cuatro porque Dios es muy grande.
“Ante Japón y Alemania nos lavamos la cara”. Una vez más la gastada y dañina frase de una parte de la acomodada prensa deportiva volvió a aparecer.
Y es que no había manera de salir bien librados de una competencia de altísimo nivel a la que llegamos con jugadores viejos, gastados y algunos sin ritmo de competencia. A puro corazón no se puede.
Y con sus relevos estamos llenos de incertidumbre. Son jóvenes que no han brotado, muchachos por los que rezamos para que algún día brillen, carentes de procesos serios, son talentos potenciales dejados a la mano de Dios por nuestros incapaces dirigentes.
Sumamos seis mundiales y en los últimos dos certámenes hemos desaprendido. La plata se ha quedado en pocas manos, nuestros estadios dan lástima, el torneo local atenta contra el fútbol vistoso porque los técnicos solo apuntan a amarrar resultados; la comisión de arbitraje es un chiste, y sin prensa que la cuestione.
¿Por qué eliminaron los análisis arbitrales de las transmisiones?, ¿sería para hacerle otro favor a Rodolfo Villalobos?
Rusia 2018 y Catar 2022 son la suma de esos y muchísimos más desaciertos.
“Bienvenidos, campeones del mundo” (por aquello, frase irónica para el sicólogo de la Sele).