David “Medallita” Jiménez le ganó a John “Scrappy” Ramírez una pelea por el título mundial de las 115 libras de la Asociación Mundial de Boxeo, el pasado sábado 20 de abril; sin embargo, el combate más importante lo ganó desde niño.
Medallita superó a Scrappy por decisión unánime, luego de darle una tremenda paliza al boxeador estadounidense y regresó a su querido Cartago con el cinturón de campeón mundial. Este jueves estuvo en el lugar donde nació, el Proyecto Manuel de Jesús Jiménez, donde el ring es más amplio y la prueba que debió superar en su infancia y juventud es más difícil.
A aquel pequeño y fogoso niño, un fiebre para el fútbol, que cogía café, hacía exprés en bici para una carnicería y que se iba a preguntar en la pulpe si había algo que él pudiera hacer, no le faltaron las ofertas de drogas, licor y cigarros, en un barrio considerado de alto riesgo social.
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“Cuando me crié en el Proyecto existió el ‘probá tal cerveza, el alcohol, el guaro, el cigarro, vamos a robar, vamos a hacer daño’, eso siempre existió y es normal, pero David tenía claro que quería ser una persona de bien, recta, culta, con valores y por eso hoy en día, pese a que me lo ofrecieron, nunca me quebré”, expresó el campeón costarricense.
Medallita creció con la ilusión de jugar fútbol y no era malo, “puesto que mis amigos siempre me buscaban para jugar”, pero no todo era jugar bola en el barrio. Había espacio para jugar escondido, a la burra, para correr, a los mecos (juego de trompos) y para quebrar alguna ventana de un trompazo, mientras en el barrio se suscitaban escenas de drogas, balaceras y vicios.
“No caí porque mis padres me inculcaron a ser una persona responsable y ahora con mis dos hijos espero mantener esa rectitud y que respeten el hogar y sean personas de bien”.
Cambió su vida
Viviendo en aquel barrio, entre esas mejengas, los trompos, los amigos y la dura vida, en un período de dos meses cambió la vida de aquel joven cartaginés. Fue el tiempo en que prefirió el boxeo, antes del fútbol.
Una vez alguien llegó diciendo que estaban entrenando boxeo en el polideportivo, a 600 metros de la casa, pero en otro barrio y los chiquillos fueron en manada. David, al que pronto le iban a decir Medallita, estaba entre ellos y siguió yendo a entrenar.
Un día, desafió al entrenador al pedirle que lo dejara enfrentarse a un boxeador experimentado, pidiendo una medalla como premio. David ansiaba mostrarla en su barrio como un logro propio.
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El entrenador lo permitió. “Nos subimos al ring y ese muchacho me agarró de saco, todavía debo andar quitándome los golpes de la paliza que me dio”.
“Estaba llorando, muy triste porque no gané la medalla que quería, que tenía dos ‘boxeadorcitos’, entonces le dije al profe: ‘Le voy a seguir echando ganas para ganarme esa medalla, no la bote ni se la regale a nadie. Guárdela, porque yo la voy a ganar”.
El profe vio el brillo en los ojos de Jiménez e hizo algo que tomó por sorpresa al hoy campeón del mundo. “Me mandó a traer agua para darle al resto de los boxeadores y, cuando llegué, me puso la medalla en el cuello y me dijo: ‘Le voy a regalar la medalla porque usted ha demostrado valentía, que quiere salir adelante, que tiene condiciones y perseverancia para el boxeo’. Me puse otra vez a llorar de alegría y decía: ‘Lo hice, lo logré, me gané la medallita”.
El cuento no acaba allí, Medallita estaba tan contento que se fue al barrio a mostrar con mucho orgullo la presea. “Me vine a la casa del Proyecto y se la andaba enseñando a todo el mundo: ‘Me gané una medalla, se la gané al campeón nacional que se llama Óscar’, decía... Mentira, no existía campeón nacional ni nada, pero la andaba presumiendo por todo lado”.
Como mencionaba y mostraba a quien fuera la medalla, la gente del barrio le regaló una pantaloneta de boxeo que decía Medallita.
Lágrimas
Con esa anécdota, comenzó la historia del boxeador. El niño cambió los tacos por los guantes y ahora tenía sueños de grandeza y se los decía a su mamá, doña Ana María Rodríguez. “Voy a vivir del boxeo, le voy a comprar una casa a usted”.
Los recuerdos hicieron que el boxeaador, en plena entrevista, tuviera un quiebre cargado de sentimientos que lo llevaron a las lágrimas cuando le preguntamos: ¿Cuál es el momento que más lo ha marcado en esta casa, en su relación con su papá (Alejandro Jiménez) y su mamá?
Contuvo la respiración, se le humedecieron los ojos y soltó frases entrecortadas. Lloró sin consuelo.
“Ver a mi mamá sentada haciendo balones de fútbol para sacarnos a nosotros adelante, todo un día, jodiéndose sus manos para darnos un futuro mejor a todos, a pesar de que se ganaba poco, pero lo hacía con todo el amor del mundo para que nosotros tengamos este cuerpo hoy, para que fuéramos personas de bien.
“Ver a mi papá todo los días salir en bici al parque industrial para darnos un mejor futuro, verlo traer útiles que le regalaban para que fuéramos a la escuela (son tres hermanos). Son cosas que quedarán por siempre en mi mente”, dijo con emoción.