Se jugaban la historia y la merecieron: Croacia venció en unos épicos cuartos de final a una Rusia amplificada por una hinchada eufórica y volverá a las semifinales que tanto soñó tras sobrevivir al infierno que le diseñaron los anfitriones y, de nuevo, al drama de los penales.
Antes debieron emerger del purgatorio ruso tras empatar 1-1 en el tiempo reglamentario y 2-2 en la prórroga.
Según la FIFA, Subasic se convierte así en el tercer arquero, junto al alemán Harald Schumacher y al argentino Sergio Goycochea, que ataja cuatro disparos en definiciones por penales en la Copa Mundial.
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El equipo anfitrión se adelantó en el minuto 31 gracias a un sublime tanto de Denis Cheryshev desde fuera del área. Poco importó que después igualara Andrej Kramaric (39) porque los locales convirtieron la segunda parte en el mismo terreno frío donde se suicidó España en octavos.
Ya en la prolongación, pareció que el cabezazo de Domajog Vida al minuto 101 abría por fin la puerta de las semifinales que Croacia lleva idealizando desde su tercer puesto de 1998, pero las certezas no duran en este Mundial, empeñado en destruir el orden establecido, y más con la anfitriona en campo.
Solo así se explica que en el minuto 115, con todo el pescado vendido, el brasileño Mario Fernandes saltara más que nadie para igualar un partido que se resistía a morir. Si lo del primer gol ruso había sido un delirio en Sochi, ya no había freno a orillas del Mar Negro, con unos hinchas que solo dejaron de creer cuando Rakitic anotó el último penal para dejar la tanda 4-3.
Le costó a la afición rusa meterse en este Mundial, al que llegaba desconfiada por una selección que llevaba ocho meses sin ganar y última del ranking a su propia fiesta. Parecía que pasarían sin pena ni gloria y resulta que llegaron al Luzhniki y le plantaron 5 a Arabia Saudí.
Se fue calentando la anfitriona, que no sabía lo que era superar una fase de grupos desde la desintegración de la Unión Soviética, hasta que ocurrió lo increíble: que la poderosa España se desintegrara ante sus ojos, convirtiendo su correcta aventura directamente en una leyenda nacional.
Esto solo pasaba una vez en la vida y así lo comprendió la hinchada, que convirtió la turística Sochi en una fiesta tan inesperada como épica. ”¿Cuándo si no ahora?” ¿Quiénes si no nosotros?”, le preguntaron a sus héroes desde las gradas con una enorme pancarta.
En noches así, solo se puede matar o morir, y allí estaban ellos para convertir la de los croatas en una pesadilla.
Los anfitriones iban a dejarse el alma, como ya demostró Artem Dzyuba en su primeras embestidas.
El plan hubiera sido perfecto si no fuera porque a Croacia le sobraban talento y motivos. Para este pequeño país de poco más de cuatro millones de habitantes también era ahora o nunca. Todos crecieron admirando a aquellos héroes que pusieron a soñar con balones a esta joven nación necesitada de gestas. Y ahora, veinte años después, podían ser ellos.
Pero el talentoso Cheryshev se fabricó una jugada que acabaría en un lanzamiento soberbio de fuera del área, que ya es historia del torneo y de Rusia.
Parecía que no había vuelta atrás del paraíso al que acababan de entrar los organizadores en Sochi, pero esta Croacia, que lidera un tal Luka Madric, traía mucha dinamita, y ocho minutos después respondía Kramaric de un cabezazo.
Sintió entonces un breve escalofrío el estadio, pero Rusia no se iba a bajar de su sueño a las primeras de cambio. Quedaba una vida por delante y torres más altas habían caído enredadas en la tela de araña del glacial Cherchesov.
Así arrancó la segunda parte, con Croacia a los mandos y Rusia aguardando. Tampoco era mal plan y ya había funcionado contra España, aunque tiros como el de Ivan Perisc al palo en el 60 pusieran a prueba la salud cardíaca de más de 142 millones de rusos.
También pudo caer la moneda del lado local con un cabezazo de Aleksandr Erokhin más tarde, pero el duelo iba a decidirse por resistencia como todas las batallas épicas, y esta se encaminaba a un alargue que, por primera vez, no estuvo de bulto.
De ello se encargó Vida a los diez minutos, enmudeciendo al Estadio Olímpico con un vuelo que ponía un tanto que por entonces parecía definitivo. Quizás lo hubiera sido en otro torneo, pero no este donde se pulverizan tronos y certezas a cada partido.
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Entonces llegó el salto de Fernandes, el desenfreno a Rusia y los penales de nuevo a estos dos equipos que ya habían sobrevivido a una tanda.
Comenzó parando un Danijel Subasic que no se cansa de ser héroe, Modric casi revive su pesadilla, a Fernandes se le agotó la fortuna, y la sangre fría de Rakitic acabó de romper el corazón de los anfitriones.
Rusia luchó hasta el final, pero no pudo con lo imposible. Croacia tiene una cita con su historia, y la de Inglaterra, el próximo miércoles en Moscú.