El lateral del Herediano Luis Díaz se mueve como un tigre en cada jornada del campeonato nacional y gracias a su talento, velocidad y empeño se ha echado a la bolsa a los aficionados rojiamarillos.
Este muchachón, oriundo del barrio Guadalupe, en Nicoya, Guanacaste, es la sensación en el cuadro rojiamarillo especialemente por su velocidad, la cual le permitió dejar muy mal parado a Michael Barrantes hace unos días cuando hizo estragos por el costado derecho en el estadio Eladio Rosabal Cordero.
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Un tigre puede alcanzar más de 60 kilómetros por hora cuando anda de cacería y Luis no tiene nada que envidiarle, ya que le encanta practicar atletismo en pruebas de 100 y 200 metros planos. También se manda los 400 metros con vallas.
Además, Luis se dio una comilona de Monstruo y cuidado repite porque en las próximas semanas se topará con un León (Alajuelense), varios guerreros (Pérez Zeledón) y un puma (Santos) que tendrán que ponerle ojo a la velocidad de este joven.
“Siempre que salía de entrenar, en las tardes o por las noches, me iba a practicar atletismo pero por pasatiempo. Entrenaba duro, hacia carreras en los mismos entrenamientos, pero nunca competí”, confesó el futbolista.
Luis reconoce que hacía unos buenos tiempos, al punto que su profe de atletismo le recomendó tirarse con todo a competir, pero nunca dio el paso.
“En algún momento pensé competir profesionalmente, pero sabia que jugar fútbol era lo que quería. No me acuerdo cuáles eran mis tiempos, pero sí eran buenos”, reconoció.
Díaz, de 20 años, dice que lo que más le gustaba probar eran los 400 metros con y sin vallas.
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“A veces salía a correr al polideportivo, tenía como quince o dieciséis años, pero eso sí, siempre iba con la bola a un lado”, señaló.
Al igual que en la pista, la carrera futbolística de Luis ha tenido que brincar muchas vallas de dificultad, pero ha dado pasos firmes y ha salido adelante, al punto que ahora está pasando un gran momento con el Team.
Luis empezó tocando la pecosa en la plaza del barrio, después se metió a la escuela de fútbol de Guancasteca (ADG), en la que estuvo hasta los 17 años cuando completó prácticamente todos los procesos menores; antes de irse a la escuela L.A. Santa Cruz.
Posteriormente llegó a las ligas menores del Uruguay de Coronado, pero cuando los lecheros descendieron, y antes de volver a suelo guanacasteco, entrenó en la escuela morada que dirigían Gerald y Jervis Drummond. En Guanacasteca jugó en la segunda siete partidos, hasta que Fernando Paniagua se lo llevó a Grecia, de donde dio el salto a la Ciudad de las Flores.
“Lo pensé mucho con mi familia (venirse a Grecia), al principio fue duro porque no me querían dejar ir, pero los convencieron. Decidí irme porque aquí no recibía ninguna ayuda económica y allá me ofrecieron de todo y darme un salario”, recordó el florense.
La que no quería soltarlo, era la abuelita, Fredi. Él creció con ella y no tenía intenciones de dejarlo regresar al Valle Central.
El salto a suelo griego lo marcó
Hubo dos saltos muy importantes que marcaron la carrera del Tigre Díaz, uno en agosto del 2017 cuando los griegos lo sacaron de Guanacaste y el segundo cuando recibió la llamada del Herediano para empezar a jugar con ellos a partir de enero de este año.
“Mi vida cambió mucho porque Wálter me dio la oportunidad y la confianza de jugar en segunda, de madurar como persona y estoy muy agradecido con él y con Fernando”, dijo.
Cuando se estaba consolidando en Grecia, su representante, Kurt Morsink, le dijo (un miércoles) que un club grande estaba interesado en sus servicios, y al siguiente domingo, después de un duelo ante Limón le confirmó que ya era ficha del Team.
“Decidí firmar con Herediano porque fueron los primeros en interesarse en mí y a parte tenía un sueño y lo estoy cumpliendo.
“Ha sido una experiencia bonita, estoy agradecido con Dios por la confianza que me dan. Llegó al equipo campeón y tenía que aportar lo mejor de mí”, dice el muchacho.