La máscara que usó el domingo pasado el manudo Jonathan McDonald ante la UCR y que utilizará el resto del torneo, es toda una pieza de diseño e ingeniería, que se realizó por primera vez en Costa Rica.
La fractura del pómulo izquierdo que sufrió el delantero el 25 de marzo en el clásico ante Saprissa, supuso todo un reto para los integrantes del laboratorio de fabricación Kätrare, de la Universidad Estatal a Distancia (UNED), fue un proyecto que los puso a correr.
Tener al Big Mac jugando tres semanas después de su lesión, en parte, es mérito de Farith Tabash, ingeniero en Diseño Industrial y quien se puede considerar el papá de la máscara que porta Jonathan, pero que contó con gran apoyo de otras personas.
El joven, de 27 años y oriundo de Santo Domingo de Heredia, es aficionado liguista y fue el diseñador de la máscara, él trabaja en un laboratorio que se distingue por su eficacia y calidad, además por estar marcando diferencia con las ideas que salen desde sus paredes.
"Fue un proceso largo, porque el diseño arranca desde la investigación, materiales, métodos de impresión. Al ser un producto personalizado y hecho a la medida, es algo que lleva bastante tiempo, aunque teníamos mucha urgencia", detalló Tabash
Precisamente por esa urgencia, el proyecto salió en una semana y media, pero de manera normal podría tardarse hasta tres semanas. Eso sí, el aprendizaje que tuvieron en este caso les ayudará para ganar tiempo de investigación en el futuro.
El ingeniero recuerda bien el día que Diana Hernández, directora del laboratorio, le asignó el proyecto, momento en el que sintió una combinación de susto con emoción por lo que significaba para ellos.
"Fue un proyecto muy bonito, honestamente sí me asustaba bastante, pero es de esos sustos buenos, lindos, que te gustan. Es una producto que se dio a conocer mucho, igual que el laboratorio, por eso fue especial", detalló.
El día de la mejenga ante la U, al teléfono de este joven llegaron un montón de mensajes de familiares y amigos felicitándolo por que la máscara breteó a puras tejas.
"Tenía una cantidad de memes incontables, la mayoría nos daban gracia en realidad, por dicha él metió bastantes goles (hizo dos), por cada gol que hizo me llegaban muchos mensajes", bromeó el joven.
En el laboratorio estaban igual que Farith, con los nervios a flor de piel, deseando que el jugador entrara y le fuera de la mejor manera.
"Ese día todos íbamos con la Liga, hasta celebramos los goles que hizo, nos alegró muchísimo que le fuera tan bien", dijo por su parte Esteban Campos, investigador del laboratorio y quien también puso su granito de arena con la máscara.
Para darse una idea del esfuerzo que requirió la máscara negra que estrenó el Big Mac en la mejenga ante la UCR, ellos la tenían que entregar el sábado en la tarde y la tuvieron lista hasta la madrugada de ese día, a las 4 a.m. La palmada valió la pena, eso sí
Se tiraron al agua
La máscara realizada a McDonald forma parte de los proyectos de planificación quirúrgica que ha venido trabajado el laboratorio. Uno de los médicos del INS que atendió a Jonathan conocía de la existencia de ese lugar y por eso los recomendó.
"Todo empieza el año antepasado, que empezamos el proyecto de planificación con la colaboración del cirujano maxilofacial Jorge Oviedo, él nos buscó porque tenía el caso específico de una niña que tuvo un accidente y perdió una parte pequeña de un hueso de la cara que sostiene el ojo y había que sustituirlo con una malla. El médico nos dio el TAC que se le hizo a la niña y con eso hicimos un modelo a escala de la zona, se pudo escoger el tamaño de malla correcto y la cirugía fue un éxito. La niña está superbien, ese fue nuestro principal antecedente", explicó Campos.
El caso del goleador de la Liga es el primero que este laboratorio realiza con un deportista. Ellos trabajan en proyectos de todo tipo tanto con hospitales de la CCSS, u otras instituciones como el ICE, el INS, la UCR o la UNA entre otras.
"Cada decisión que se tomó en el proyecto, cada línea por donde iba a pasar la máscara fueron decisiones en conjunto. Cuando de uno depende la salud de alguien, hay un cierto susto, pero al contar con todo el equipo decidimos entrarle y pensamos todo salió bien", dijo Esteban.
El investigador destacó lo caro del proceso ya que se requiere investigación, diseño, pruebas y errores de impresión, entre otras cosas. El monto, por privacidad del proyecto, se lo reservó.
"El caso de Jonathan fue diferente, con cualquier mortal, si sufre una fractura lo que pasa es que va a reposar a la casa, en cambio él tenía mucho en juego. Gracias a la ciencia se ha avanzado y se logró construir esta órtesis (la máscara), él decide jugar, toma el riesgo y su equipo médico se lo permite, no es que cualquier jugador va a venir acá y se le hace una máscara, puede ser que se vaya a reposar, depende de qué diga su médico", explicó Campos.
"Jonathan en realidad se portó muy bien, escanear gente es muy difícil, generalmente es muy difícil porque la gente se mueve mucho, pero con él fue facilísimo, en cuestión de 15 minutos ya estaba escaneado (este proceso en algunos casos puede tardar más de una hora), a partir de ahí se hizo el primer prototipo", contó.
Después de escanear el rostro del Big Mac, hubo un largo proceso de impresión que tardó 39 horas en la impresora 3D, luego pasó por un plotter de corte (máquina que se conecta a la computadora y permite cortar) y finalmente elegir materiales, como cuerdas, que se ajustaran perfectamente al rostro del jugador.
Abierto a ideas
Este laboratorio es abierto, no es únicamente para investigación pública o universitaria.
"Estos son espacios de fabricación digital, usamos todas las herramientas digitales que se puedan para fabricar algo, llevar a cabo un proyecto. Este es un espacio abierto, la gente cree que por estar en la universidad es solo para la universidad, pero no, de ahí sale que podamos hacer proyectos con McDonald, con el ICE, con el Hospital de Niños.
"Cualquier persona que tenga una idea o un proyecto, puede llegar acá y proponerlo, si tiene relevancia ya sea económica o social, es muy probable que lo aceptemos, tomando en cuenta que se adecue a la carga de trabajo que manejamos, pero esa es la idea, por eso acá en el laboratorio se trabaja de manera multidisciplinaria", destacó Campos.
Premiados
Sin duda, a la hora de escoger quién podría construir la máscara que le permitiera volver al campo, Jonathan se puso en buenas manos ya que es un grupo que ha sido reconocido mundialmente por su trabajo, con alianzas en diversos países como Perú, México y Catar.
El año pasado, el KäTräre fue premiado como el primer laboratorio de fabricación en el mundo por su creatividad, aprendizaje e innovación, con lo que se constituye como un centro de excelencia. Son el primer laboratorio de una universidad latinoamericana en recibir este reconocimiento.
En el ambiente universitario, este premio viene siendo como el Óscar de la innovación.
Cabe destacar que KäTräre significa espacio de luz en el idioma Ngöbe.
"Parte de nuestro éxito es que trabajamos de manera interdisciplinaria, no hay una profesión que se repita, acá hay un diseñador industrial, un diagramador industrial, un ingeniero en sistemas, un comunicador, una diseñadora gráfica y una matemática", destacó Campos.
Con una impresora en 3D, un escáner 3D y otras tantas herramientas, se hace posible que lo que sale de la imaginación o creatividad, pueda pasar de una imagen en una computadora a tenerlo entre los dedos o en la cara, como el caso de la máscara del artillero.
"No es solo realizar el diseño, sino pasarlo del concepto a algo real, físico, es bastante bonito. Me gusta la ayuda que usted puede brindar a las personas, en el momento que usted entrega un proyecto, es algo que te llena bastante", agregó Tabash.
Para estos gatazos, hay muchos proyectos en puerta, en los que esperan, tal como lo han hecho, seguir por el camino de la excelencia y distinguir a una universidad costarricense entre los mejores laboratorios del mundo