EscucharEl partido de la nieve marcó un antes y un después en el camino de Costa Rica al Mundial de Brasil 2014, fue el punto de inflexión y un fotógrafo costarricense tuvo el privilegio de capturar momentos inolvidables bajo condiciones extremas.
José Rivera Campos, el querido Chepito, viajó con un periodista de La Nación, Juan José Herrera, y otro del desaparecido periódico Al Día, Hermes Solano, para cubrir el partido que la Sele perdió bajo unas condiciones realmente inhumanas y absurdas, una tormenta de nieve.
Chepito falleció el pasado miércoles 19 de marzo, tres días antes de que se cumpliera el aniversario número doce de ese juego. Su partida deja un enorme vacío en el gremio periodístico y fotográfico, pero su legado seguirá vivo en las imágenes que dejó con tanta maestría y pasión.
Estados Unidos se impuso 1 a 0, con una fuerte nevada y con temperaturas por debajo de los cero grados, esa injusticia de obligarnos a jugar así, unificó al grupo que recompuso el camino y acabó de segundo en la hexagonal, solo debajo de los estadounidenses.
A pura experiencia
La Teja conversó con algunas personas allegadas a Chepito para que nos contaran detalles de aquella travesía y rendir un tributo a uno de los fotógrafos de la vieja guardia, de los que nunca se arrugaban, de los que usaron cámaras análogas, de los que llamaron fotógrafos de calle.
Marvin Caravaca, jefe de fotografía del Grupo Nación en aquel entonces, expresó que ese fue uno de los desafíos más difíciles a los que se enfrentó el departamento de fotografía.
“Nosotros, como fotógrafos en el trópico, no tenemos experiencia en la foto con nieve y sobre todo en plena tormenta. Y sin embargo, Chepito supo resolverlo con enfoque manual”, dijo Caravaca.
Por supuesto, muchas de las imágenes que tiró Rivera aquel 22 de marzo, no salieron, o salía una mancha blanca. Ninguno de los fotógrafos de La Nación tenía experiencia en la nieve, pero Caravaca cuenta que elegirlo a él resultó fundamental para que el trabajo se pudiera realizar.
“Él contaba que se le congelaban los dedos y uno lo llamaba y le pedía fotos del árbitro (Joel Aguilar Chicas), quien era el centro de atención de toda Costa Rica por permitir jugar el partido en esas condiciones”.
Las tomas de televisión hicieron que todo el país se diera cuenta de lo que pasaba, pero Chepito, inmerso en ese frío de Denver, no tenía la misma visibilidad. No se daba cuenta de algunas cosas que pasaban.
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“Él nos decía: ‘Hay gente dentro de la cancha limpiando la gramilla, pero se está jugando el partido’, y nos pasaba fotos de eso, que era muy llamativo”, dijo Marvin.
Al final del juego, con el frío metido en los huesos, Chepito sacó la labor.
Casi se queda
Hermes recuerda que al fotógrafo siempre lo metían al famoso cuarto oscuro, en los aeropuertos, donde meten a personas sospechosas, todo por su nombre. “Había que esperar como tres horas para el vuelo y casi no lo agarra. Fue el último en montarse al avión”, manifestó.
Su hija, Diana Rivera, no recuerda con tanta precisión los detalles que su padre le contó de esa experiencia, pero tiene muy claro algo. “Ese fue el último viaje que mi papá hizo internacionalmente a cubrir un partido, vino tan feliz y nos contaba que la cámara también se le congelaba".
Diana quiere que a su papá lo recuerden como ese fotógrafo que dejó grandes imágenes para el Grupo Nación, un trabajador apasionado y que amaba la fotografía, que le dio muchos años a La Nación y Al Día.
“Una vez marcamos las fotos más famosas de él, otra vez ganó un premio. A mí me gustaría ver todas esas fotos juntas y recordarlo así”, dijo Diana.
Manuel Vega, uno de sus mejores amigos, quien entró a La Nación casi al mismo tiempo que Chepito y llevaron una carrera casi de la mano, recordó algunas cosas muy particulares de don José.
“Su cafecito era famoso. Cuando llegábamos a un restaurante y percibía el olor a ajo, no lo comía, pedía otra cosa.
“Cuando andábamos en una cobertura siempre tenía el escáner puesto para monitorear lo que estaba pasando, por si había que salir a cubrir algo”, recordó.
Chepito sin duda, fue uno de los fotógrafos más queridos del gremio, de la vieja guardia, de los que le ponían el pecho a las balas, a donde fuera y con quien fuera. Murió a los 67 años, paz a sus restos.
