Don Genaro Blotta se crió entre carros y por eso se enamoró de los motores.
Los carros le encantan, pero los deportivos son los que le sacan el menudo y hace cinco años tuvo el privilegio de adueñarse de un Porsche 924, de 1979.
“Un amigo me dijo que un señor lo tenía en un taller abandonado y que lo querían vender porque iban a cerrar el taller, fui a verlo, me llamó la atención y lo negociamos”, aseguró el vecino de Heredia.
La joyita tenía más o menos 12 años de no usarse y Genaro tuvo que restaurarla para que al día de hoy luzca como nueva.
“Lo que me llama la atención de este modelo es que anteriormente Porsche los elaboraba con los motores traseros y precisamente el del año 79 lo cambiaron y le colocaron el motor adelante.
“Este carro se diseñó originalmente para Volkswagen, pero nunca lo sacaron al mercado, entonces Porsche compró los derechos para producirlos. De este modelo hay muy pocos vehículos en el país y todo se dio por casualidad”, afirmó.
Entre llantas y motores
Blotta creció en San José centro, en calle 6, entre las avenidas 3 y 5. Su casa quedaba a 50 metros de Lachner & Sáenz (hoy Grupo Q), por lo que todo el día pasaba viendo carros. Incluso, a veces entraba a la empresa para ver de cerca los chuzos de aquella época.
“Siempre me han gustado los carros y precisamente trabajé para Lachner & Sáenz, en el departamento de autos usados, crecí a doscientos metros de la avenida Central y convivía con carros todo el día, de ahí mi pasión por los carros clásicos.
“Recuerdo que el primer carro que compré fue un Ford 1934, tenía 16 años y me costó 300 colones”, asegura.
Genaro contó que duró un año restaurando del vehículo porque no estaba muy deteriorado ni tampoco le faltaban piezas. Le cambió el sistema de inyección, la carrocería, lo cambió a rojo (antes era beige) y también invirtió en la tapicería.
“Se le puso doble carburación y le reparamos los sistemas de frenos. Es manual, es de dos puertas y conserva muchos elementos originales, como el volante, los relojes y los aros”.
De ride
Don Genaro, de 75 años, de vez en cuando agarra su carro y se da una vuelta por playa Bejuco, Puntarenas, en donde tiene una casa.
“Me gusta pasear por la 27 y utilizo mucho el Porsche para exhibiciones y reuniones. Cuando me voy a pasear recuerdo cuando era joven, que participaba en piques en el centro de San José, no habían semáforos”, dijo muerto de risa.
Su pasión por los más viejitos se la heredó a sus hijos Marchela y Jean Paul, quienes participan en ralis.
“Recordar es vivir y, sin duda, este tipo de carros son para toda la vida y por eso me gustan, porque si se mantienen en buen estado, se pueden usar sin problemas. El Porsche está al cien por ciento y desde que lo restauré no me ha dado guerra”.