Pararse en la cima del Aconcagua, la montaña más alta de América, a 7 mil metros sobre el nivel del mar, sentir el aire y el frío de la cima y ver debajo de sus pies una buena porción del continente es una experiencia que cuesta explicar.
A Berny Sandoval, un alpinista ramonense de 41 años las palabras se les quedan cortas cuando intenta explicar la sensación de subir tan alto y la tarea titánica que significó llegar a una zona donde solo hay un 40% del oxígeno que se respira abajo.
El Aconcagua es, además, el pico más alto de los siete que componen la cordillera de Los Andes. Con este lleva dos, pero quiere trepar los restantes cinco como parte de un proyecto.
El 27 de enero, el jefe de bomberos en San Ramón partió a Argentina a embarcarse en la aventura, la más fuerte que ha vivido desde que se dedica a este deporte, desde hace dos años, en la categoría llamada alta montaña.
“Es una experiencia bastante fuerte, está este proyecto de los siete picos por los cuales la cordillera atraviesa, ya subí El Chimborazo en Ecuador y ahora el Aconcagua. Ha sido una preparación dura, específicamente entrenamos para subir esa montaña, consistía de muchos detalles, tanto en lo físico como en lo mental.
“Es una montaña muy fría por la latitud, en la cumbre y en algunas partes está a menos de treinta grados, el aire es muy seco, es muy ventosa, al ser la más alta ya no tiene montañas que la protejan, hay que tener mucho cuidado, los vientos, en ocasiones, van a unos ochenta y cinco kilómetros, lo que hace imposible andar en esa velocidad. Es fría, alta, rocosa, arenosa, tiene mucha piedra, partes con nieve, otras que no”, describió.
Aunque regularmente se duran unos 14 días para llegar a la cima, este alpinista y su equipo lo lograron en 11.
"Solo para llegar al campamento base hay que caminar tres días y luego pasar por tres campamentos diferentes, el uno, el dos y el tres, que también le dicen campamento cólera, tenés que ir aclimatándote poco a poco.
“Hay que estar subiendo y bajando poco a poco, si te vas del campamento base a la cumbre de una vez, la cima te dará mal de altura, no podrás respirar, duele la cabeza, por lo que es prácticamente imposible hacerlo de un tirón, por eso es que dura tanto, mucha gente se muere subiendo. Hace poco murió una alpinista rusa, se cayó y se amputó una pierna”, dijo.
El 9 de febrero salieron del tercer campamento a las 5:30 a. m. hacia la cima, la cual conquistaron a eso de las 3 p. m. con la bandera tica en mano.
"Es una sensación de mucha alegría y satisfacción, de lograr esa meta que se propuso, al ser la más alta de América recuerdas todos los esfuerzos para llegar ahí, solo quien está ahí sabe lo que significa o se siente.
“Ya cuando subiste detallas las otras montañas de América, de Argentina y Chile, se ve de una manera espectacular, todo está bajo tus pies, estás donde no hay nada más arriba”, detalló.
Luego venía la otra parte, la bajada hasta el campamento tres, donde durmieron un día más y bajaron por completo la montaña al día siguiente.
"Al bajar hay una sensación que ya el cuerpo se relaja, la adrenalina baja, que el cuerpo se empieza a sentir ya normal, empiezas a sentir algunos dolores en las piernas.
“Sientes que lo lograste, que no fue un sueño, que no fue real, es una sensación de total paz y satisfacción, salir de ese parque sin lesiones e intacto, es para dar gracias a Dios por lograrlo, a muchos los bajan en helicóptero con lesiones, o problemas, por lo que bajar ileso y pura vida es una sensación de mucha satisfacción”, finalizó.
Beneficencia |
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Sandoval explicó que su ascenso también tenía un carácter benéfico, por cada mil metros de subida en el Aconcagua, algunas personas apuntadas a la causa donaban un rojito a la unidad de pacientes con cáncer del Hospital Nacional de Niños. |