Está cumpliendo 52 años el amado álbum que lanza la editorial italiana Panini antes de cada Copa Mundial de Fútbol.
Salió por primera vez hace mucho tiempo, en México 70, como una guía práctica del campeonato, un mosaico de cada una de las selecciones participantes en el torneo y un recuento de la historia de aquel deporte de masas que sobrevive a los golpes de los tiempos.
Cada día, sin embargo, parece más y más fascinante: hoy es común encontrarse a los aficionados del fútbol y del álbum en la tarea feliz de intercambiar postales en las calles de las principales ciudades del país, los patios de los colegios y los pasillos de las oficinas.
Hubo otros intentos de crear compilaciones de los jugadores y las selecciones que van al Mundial. Pero, gracias a su calidad y a su diseño, el álbum de Panini ha llegado en pie hasta este año sin nada que le haga sombra.
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Más allá de la edad, completarlo sigue siendo una ilusión, un placer y un pretexto para establecer nuevos lazos.
No importa que el equipo de cada cual no haya clasificado al emblemático torneo de la FIFA. Importa aun menos que el mundo se haya habituado a lo digital, que se vea tan lejos la época en la que los partidos internacionales a duras penas eran transmitidos por televisión: el álbum de Panini de Catar 2022 ha demostrado que ciertos placeres no pasan de moda.
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Las viejas ediciones del álbum de Panini se han vuelto, a estas alturas del recorrido, objetos entrañables por los que ciertos coleccionistas están dispuestos a pagar sumas millonarias: ¿quién no querría tener la edición en donde salen Pelé, Maradona, Rummenigge?
Pero lo más conmovedor, en la era de lo virtual, es tropezarse con niños que a fuerza de llenar esas páginas redescubren para todos la irrepetible experiencia del papel.