Don Carlos Lara se adueñó de un Land Rover Serie 3 en 1977, luego de buscar durante meses el carro de sus sueños.
Este señor, de 96 años, amante de los negocios y vecino de Santa Bárbara de Heredia, decidió comprar un carrito para dedicarse a trabajar, pero los que fue a ver no llenaron sus expectativas.
“Papá cuenta que la ensambladora tenía mucha fila de vehículos y que era un buen negocio comprar el carro en la ensambladora, porque trasladarlo de San José a Alajuela o a Heredia costaba 4 mil colones más, así que era un negocio comprarlo allá y revenderlo aquí.
“Antes de adquirir este carro compró otros para hacer negocio, ya que no eran como el que él quería, pero un señor de apellido Víquez, de Santa Bárbara compró ese carro y se lo vendió a mi papá, estaba nuevo y ese modelo le encantaba”, contó su hijo, Carlos.
Dos años después de adquirir el vehículo, don Carlos se casó con doña Isabel Cascante, a quien conocía desde que eran niños y ahí comenzó a sacarle el juguito a esta joya, con su familia.
“El carro tiene 45 años y mis papás tienen 43 años de casados, es más viejo que toda la familia. Se le ha sacado provecho en todo los sentidos. Nosotros aprendimos a manejar con este carro, (Mariela, Carlos y Juan Pablo), se usa para hacer mandados, para el trabajo y para ir a los paseos. También se ponía al servicio de los vecinos, para ayudarlos en lo que necesitaban”, recordó con nostalgia.
Una joya
Esta nave británica costó 64 mil colones y con el paso del tiempo se le han hecho mejoras, pero el carrito se conserva en excelente estado.
Doña Isabel aseguró que para su esposo, este carrito es su patrimonio, lo ama porque es el fruto de su esfuerzo.
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“Hasta hace dos años él manejaba el carrito, se iba a dar una vuelta por Santa Bárbara, pero por la edad ya no lo dejamos.
“Nunca tuvo un accidente, siempre fue un conductor muy prudente y de vez en cuando arranca el carrito para sacarlo al jardín y si se hace algún mandado, él procura ir con Carlos, porque este carro es su adoración”, dijo doña Isabel.
Esta joya tiene un motor 1.800 centímetros cúbicos, utiliza diésel, tiene una capacidad para siete personas y sus asientos son de cuero negro.
El color del vehículo llama mucho la atención, pues es rojo “marlboro” con blanco marfil y cuando se adquirió no tenía unos detalles en metal que luego le fueron agregados. Están en los bordes de las puertas y en la parte inferior del chuzo.
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Originalmente no tenía dirección hidráulica, pero se le puso y al clutch se le estiró la pata para que a don Carlos le fuera más fácil manejarlo, luego de eso, todo lo demás es original.
Hace once años se le metió mano y fue sometido a una restauración completa, se desarmó al 100 por ciento y se le dio un nuevo aire.
Un tesoro
Carlos hijo recordó los paseos que daban con este carrito.
“Íbamos a Puntarenas, al volcán Irazú, a San Carlos”, comentó este orgulloso hijo, quien expresó que sus papás buscaban cualquier excusa para sacarlos en el chuzo.
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“Una vez fuimos a Guanacaste, pasando por Puriscal y papá se metió en el río Tulín, no había puente, se metió y lo cruzó con nosotros, es muy atrevido, él se fue ahí con todos adentro, le puso la doble”, comentó.
Uno de los tesoros que anda don Carlos en el Land Rover es una botella de tequila. Hasta hace diez años era una botella con guaro de contrabando, pero la cambió por la de tequila y anda una copita, para quien necesite un traguito.