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Cuando el "milagro del empleo" en el Reino Unido se convierte en pesadilla para las empresas

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"Se necesitan dos chefs. Excelente salario y alojamiento" o "Contratamos. No se requiere experiencia". En Keswick, un importante centro turístico del noroeste de Inglaterra, hay ofertas de empleo por doquier.

Es el "milagro del empleo" británico que el Partido Conservador se atribuye. Excepto que, al comienzo del pico estival, los restauradores vuelven a trabajar sin parar pero se ven obligados a reducir su servicio, o a cerrar algunos días.

Hace casi 50 años que el Reino Unido no registraba una tasa de desempleo tan baja, actualmente de 3,8%. Está "en pleno empleo", según la definición de la Organización Internacional del Trabajo, ya que la tasa de desempleo es inferior a 5%.

"Es el mejor contexto desde hace veinte años para los trabajadores, pero no es una buena noticia para la economía", asegura Tony Wilson, del Instituto de Estudios sobre el Empleo (IES).

En el pequeño café Relish, en la arteria peatonal de Keswick, Alison Lamont, de 60 años, no tiene un minuto libre. Con gafas y una cálida sonrisa, lleva la caja registradora, sirve bebidas y pasteles, mientras que en el piso superior su marido prepara sándwiches y platos calientes.

Desde el final de los confinamientos por el covid-19 "pasamos a la venta para llevar, porque no tenemos tiempo de limpiar las mesas", explica a la AFP Alison, que compró el local con su marido hace tres años y medio.

Su equipo consta de cuatro personas, se necesitaría una quinta para recuperar un ritmo aceptable.

A pesar de sus búsquedas en las redes sociales o por relación, no encuentra a nadie. Los jóvenes quieren "ser 'influencers' o trabajar desde casa", comenta.

Su marido y ella no pasan "más fines de semana juntos", para poder alternar sus días de descanso sin tener que cerrar. Tampoco veranean juntos.

Admite que algunas noches no duerme bien. "No veo el final del túnel. No se puede aguantar así para siempre", añade.

Un poco más arriba en la calle peatonal, el restaurante del hotel George tuvo que cerrar tres meses y medio por falta de chef.

Un lucro cesante de 30.000 libras (35.700 dólares) por semana para este establecimiento de 70 plazas.

Lo mismo ocurre en la mayoría de los comercios de la ciudad, como en muchos sectores del resto del país.

En Londres, una propietaria de un salón de belleza explica a la AFP que hasta recurrió a un cazatalentos para encontrar a una esteticista. Sin éxito hasta ahora.

Las compañías aéreas como Easyjet o British Airways y los aeropuertos, que habían despedido a miles de personas en el momento álgido de la pandemia, se ven obligados a cancelar vuelos por falta de personal.

"Desde que la economía reabrió el año pasado, la demanda de trabajadores supera con creces el número de buscadores de empleo, especialmente en los campos poco remunerados y poco cualificados como la limpieza, los almacenes, la distribución, la construcción...", constata Jack Kennedy, economista de la web de clasificados Indeed.

Con la pandemia, muchos británicos salieron del mercado laboral debido a "covid largos", patologías pesadas, tratamientos retrasados, reanudaciones de estudios, jubilaciones anticipadas...

Un total de 447.000 personas en edad de trabajar salieron del mercado laboral en comparación con antes de la pandemia.

Mientras que "en Francia o en Alemania la tasa de actividad es más elevada que antes del covid, en el Reino Unido sigue siendo inferior", constata Tony Wilson.

El Brexit, que según Boris Johnson tenía que enseñar al Reino Unido a prescindir de la mano de obra extranjera barata, empeoró la situación.

En las granjas, encontrar temporeros para las cosechas se convirtió en un rompecabezas.

La situación "nunca ha sido tan difícil", estima Derek Wilkinson, director general de Sandfields Farms, una vasta explotación en el centro del país.

Con una mirada clara y una sonrisa agradable, Wilkinson, de 55 años, explica que desde la salida efectiva del Reino Unido de la Unión Europea a principios de 2021, los trabajadores de Europa del este --que iban y venían libremente-- deben disponer de un visado especial de temporada, que pueden tardar hasta siete semanas en obtener.

Los europeos del este que antes venían a trabajar al Reino Unido son menos numerosos, ya que sus países se enriquecieron. Además, este año, los ucranianos --que representan una parte sustancial de los temporeros agrícolas-- quedaron atrapados en su país por la guerra.

Jack Kennedy, de Indeed, habla de un déficit de 200.000 o 300.000 trabajadores europeos.

Hay que buscar cada vez más opciones en Uzbekistán, Filipinas o Sudáfrica para colmar el déficit de europeos.

Son pocos los británicos que aceptan estos trabajos difíciles, que sólo ofrecen unos pocos meses de ingresos al año.

Para Sandfields Farms, las consecuencias son catastróficas: la cosecha de espárragos --más de 40.000 kilos-- y 750.000 ramos de cebollas de primavera se perdieron porque faltaban 120 trabajadores en mayo.

Con el aumento de las facturas, el beneficio de la granja debería caer 50% en un año.

Para seducir a los trabajadores que se vuelven difíciles, los patrones deben ofrecer cada vez más. Wilkinson mejoró las condiciones de cerca de 400 casas rodantes para sus empleados de temporada.

Un restaurador de Keswick compró un edificio para alojar a los suyos.

Las empresas también están librando una verdadera guerra de salarios. Gary Marx, el jefe del hotel George en Keswick, cuenta que antes se pagaban siete libras por hora, pero que ahora son diez, once, incluso doce libras, o sea 2.000 a 3.000 libras más por año para los chefs.

La flexibilidad es uno de los nuevos cebos. En Pricewaterhouse Cooper, especialista en auditoría, los empleados pueden salir temprano los viernes.

En todo el país, decenas de empresas participan en una gran prueba para ver cómo funciona una semana laboral de cuatro días. Y algunas PYME ofrecen masajes o aromaterapia.

Pero nada parece detener la "gran dimisión" en el país de los contratos precarios.

En el Reino Unido, un millón de personas cambiaron de empleo solo en un trimestre en busca de más dinero pero también de una vida más agradable.

Es el caso de Lorna Roberts, de 26 años, vendedora en AlpKit, una tienda de artículos para el aire libre en Keswick.

Trabajaba hasta hace unos meses en la restauración pero decidió cambiar de vida después de tener un bebé.

"Después de los confinamientos, la gente se volvió más grosera y nos quedamos sin personal. Los colegas se desplomaban en pleno servicio, presos de ataques de pánico", cuenta con voz grave esta mujer.

Encontró fácilmente un trabajo menos estresante y más acorde con su gusto por la naturaleza. "Vi un anuncio en el escaparate y me presenté", cuenta.

Ahora gana 10 libras por hora contra 9,50 --el salario mínimo-- antes.

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