Betty Sánchez Jiménez es una valiente mujer, de 58 años, que hace poco empezó un negocito de venta de sombreros pintados a mano.
Debido a la necesidad que tenía de buscar una forma de ingreso, ella descubrió que tiene una gran habilidad para pintar y lograr estampar diseños lindísimos en los productos que vende.
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Como a toda emprendedora, a Betty le ha costado mucho sacar adelante su negocio, ya que además de las rudas pruebas que implica iniciar un proyecto, también lucha por vencer un cáncer de mama que le descubrieron el año pasado y que le ha puesto la vida cuesta arriba.
Antes de la pandemia Betty vivía en Guanacaste y se ganaba la vida como costurera. Hacía uniformes para escuelas y colegios, también le hacía trabajos a la municipalidad de Nicoya, pero cuando llegó la pandemia ya no tenía pedidos y tuvo que irse a vivir con una hija a Heredia.
“El 19 de octubre del año pasado fui a hacerme un examen de rutina, un ultrasonido y me descubrieron un cáncer. Me mandaron a hacer unos exámenes para confirmar el diagnóstico y yo ni seguro tenía porque como estaba desempleada no lo había vuelto a pagar.
“Entre varios familiares me ayudaron para recoger dinero y así ir urgentemente a un hospital privado a hacerme las pruebas y me confirmaron que tenía cáncer y que me debían operar”, relató.
Incertidumbre y angustia
Betty dice que cuando supo que tenía cáncer sintió mucho miedo, pero decidió “agarrar el toro por los cuernos” y luchar con todas sus fuerzas.
“Empezamos a correr para llegar a un arreglo de pago con la Caja Costarricense de Seguro Social, todavía estoy con eso y por dicha empezaron a atenderme.
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“Me hicieron un montón de exámenes, el que más tardó fue un TAC porque las máquinas de todos los hospitales estaban malas, pero ya en enero de este año estaba todo listo y el 6 de ese mes me operaron; me quitaron por completo el seno izquierdo y también me quitaron unos ganglios en el brazo izquierdo ”, relató la valiente.
Luego de la cirugía la paciente vivió momentos de mucha tristeza, perdió a su hermana Marjorie Sánchez, por lo que tuvo que sacar fuerzas de donde no tenía para seguir luchando contra el cáncer pese al dolor de la muerte de su ser querido.
En marzo, una semana después de sepultar a Marjorie, Betty inició el duro proceso de la quimioterapia.
Mientras enfrentaba las duras sesiones que la debilitaron un montón, hicieron que se le cayera el pelo, le produjeron dolores en todo el cuerpo y un gran agotamiento. Además tuvo buscar un lugar donde vivir ya que su hija no podía seguir pagando sus gastos.
“Una hermana que vive en San Carlos de Tarrazú me dijo que me fuera para la casa de ella y me dio un cuarto y ahí estoy viviendo. Tuve que ver qué hacia para generar dinero porque necesitaba dar plata para la comida y pagar algunos tratamientos, así como los constantes viajes que tengo que hacer a San José para las citas, así fue como empecé con el proyecto de los sombreros.
“He tenido que ser fuerte, viajar sola y en bus a las quimioterapias porque no tengo otra opción, pero seguiré luchando hasta que Dios me dé fuerzas”, aseguró.
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Viene la radioterapia
Ya Betty terminó la quimioterapia, ahora está en un receso de 22 días y sigue la radioterapia, serán 15 sesiones diarias seguidas.
Además, está tomando un tratamiento que consiste en consumir una pastilla diaria durante cinco años.
“Sigo rompiendo miedos y luchando contra mis temores, me siento satisfecha con lo que he superado y quiero que mi negocito siga creciendo.
“Tengo una página de Facebook que se llama Artesanías Resurgir porque eso es lo que significa mi vida en este momento. Tengo un lugarcito en la cochera de mi hermana donde están las pinturas y los sombreros, ahí me siento a trabajar cuando Dios me lo permite”.
La valiente dice que todos los días cuando se ve al espejo se da ánimo y se dice a sí misma que ya ha pasado una gran parte del camino. Ver que ya le está creciendo le pelo le da esperanza y la impulsa a seguir adelante, un día a la vez.