Aunque era un apasionado de la aviación, Juan Manuel Retana, el piloto que falleció en el trágico accidente en Nandayure de Guanacaste, ya no quería volar más, pues deseaba tener más tiempo para su verdadera pasión: sus dos hijos.
Debido a las labores forenses que se llevan a cabo, el cuerpo de Retana, de 53 años, aún no ha sido entregado a sus familiares; sin embargo, este miércoles se ofició un culto en recuerdo del piloto en la iglesia Vida Abundante de Pavas, a la cual asistía desde hace más de 10 años.
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La iglesia se hizo pequeñita para la gran cantidad de familiares, amigos y colegas de Juan Manuel, quienes se unieron en varios cánticos, mientras veían como en una pantalla pasaban varias fotos de Retana junto a su hija de 20 años y su hijo de 16.
Mientras veía el abrigo que le había regalado su gran amigo, Mauricio Solís, pastor de la iglesia, recordó a Retana como un hombre muy íntegro y creyente, que vivía para Dios y para su familia, la cual aseguraba era su regalo más grande.
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“Juan Manuel hace muchos años vino aquí con su esposa y con sus hijos, y luego de que falleció su esposa, hace como dos años, se retiraron un tiempo. Pero luego el volvió con sus hijos y realmente yo siento que él se fue levantando poco a poco, no voy a decir que superó el duelo, pero en la iglesia encontró fortaleza”, dijo.
Cambio de aires
El pastor dijo que logró crear un vinculo muy cercano con Retana, hasta el punto de que se hicieron confidentes, por esa misma amistad es que Juan Manuel le contó muchas cosas muy personales, como el hecho de que ya no quería subirse a un avión.
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“Él tenía poco más de un mes de haber cambiado de trabajo, pero realmente él ya no quería seguir volando, él lo que me dijo fue 'yo lo que quiero es tener un trabajo que me permita estar con mis hijos, yo quiero estar con mis hijos’, entonces aplicó en Aviación Civil, pero no se le dio, entonces tuvo que agarrar lo que había que agarrar, porque tenía que salir adelante con la familia”, contó.
Solís contó que parte de la decisión de Retana se debía al hecho de que la industria de los aviones se estaba llenando de sangre joven, pero el piloto en lugar de verlo como una amenaza decidió aportar su experiencia para guiar a la nueva generación.
“Él me dijo: ‘en esta industria lo que está sucediendo es que a los viejos nos están sacando, porque somos caros, entonces están metiendo un montón de carajillos que les pagan ¢300 mil y entonces ahí están’, pero él tenía algo respecto a eso, el respeto hacia el joven, como si fuera un maestro, él me contaba las cosas que hacía por la gente joven, se convirtió en un instructor para ellos”.
Corazón enorme
Entre todos los recuerdos que tiene don Mauricio sobre Juan Manuel hay uno que guarda con gran cariño, ya que fue cuando vio la calidad de persona y el enorme corazón que tenía Retana.
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Según contó el pastor, el piloto una vez llegó a su oficina para hacerle una pregunta: ¿cuáles son las dos personas más necesitadas de la iglesia?, Retana no preguntó por curiosidad o para chismear, sino que lo hizo para ayudar.
Solís explicó que en ese momento Juan Manuel le dijo que quería usar todos los dividendos que recibió de su trabajo anterior, en la aerolínea Sansa, para ayudar a estas personas y a sus familias a afrontar los momentos difíciles que estaban viviendo.
“Yo creo que la vida es un juego que lo ganas o lo perdés, yo creo que él ganó, porque hizo lo necesario para ganar el juego y poder pasar a la siguiente etapa. Creo que él se enfocó en poder saber que si él moría iba a estar con Dios, y tenía una motivación muy especial, volver a encontrarse con su esposa Laura”, añadió.
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El pastor contó que la última vez que Retana estuvo en la iglesia fue el pasado sábado 30 de diciembre, cuando escuchó el mensaje titulado: “Dios es bueno”.
Además de Retana, en el accidente perdieron la vida la copilota Emma Ramos, la guía turista Amanda Geissler y las familias estadounidenses Weiss y Steinberg.