Manuel López trabaja en construcción en la Municipalidad de Corredores, pero además de eso es bombero voluntario en la estación de Ciudad Neily.
Él asegura que desde que era un niño soñaba con ser apagafuegos y ahora que lo logró no se cambia por nadie.
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“Desde hace tres años soy bombero voluntario eso me gusta mucho, la sensación de ver a la gente agradecida con uno cuando atendemos una emergencia es invaluable, yo no lo cambio por nada.
“Cuando uno atiende un incendio, por ejemplo, es duro ver como la gente pierde todo lo que con esfuerzo han comprado, por eso uno como bombero se esfuerza al máximo para ayudar. Además, la gente lo ve a uno como alguien fuerte y por eso aunque uno esté dolido por dentro tiene que sacar valor de donde no hay para dar consuelo a las personas”, contó.
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López dice que entre las emergencias que más lo han marcado está un accidente de tránsito en el que una bebita de dos añitos salió expulsada del carro.
“Fue como un milagro, la bebé estaba afuera pero sin golpes ni daños, en cambio el papá quedó todo golpeado y atrapado dentro del vehículo, costó mucho liberarlo porque el lugar era muy incómodo”, recordó.
Manuel dice que muchas veces los rescates ponen la vida de los bomberos en riesgo; sin embargo, en ese momento los uniformados no piensan en nada que no sea sacar con vida a las personas.
“Uno sabe que cada segundo las personas sienten más dolor y por eso que se trata de sacar a la gente rápido, además, entre más pronto se libera, más probabilidades tienen de sobrevivir”, añadió.
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El constructor dice que constantemente reciben cursos y hacen prácticas para afinar las técnicas de rescate ya que en los cuerpos de socorro la capacitación es fundamental.
“Cada día me gusta más ser bombero, aprendo mucho y me siento bien de ayudar a los demás, quiero seguir haciendo esto hasta que Dios me llame a cuentas porque la verdad me apasiona”, finalizó el rescatista.