Jean Carlo González es un mecánico de Alajuela que en sus ratos libre le pone bonito con Uber para ganarse unos cinquitos de más porque la cosa por estos días, en lo económico, pasa de castaño a oscuro.
Este pulseador usa un carrito prestado y se pone al servicio de la clientela uberiana, por eso, llevar personas y sacar a algunas de apuros con el transporte, es parte normal de lo que hace, sobre todo porque es uber desde hace como un año.
La gente de Cazadores de mitos e historias del más allá fue quien nos contactó con el alajuelense, porque no creíamos y por eso queríamos escuchar de propia boca de don Jean Carlo qué fue lo que pasó.
Hace como seis meses tuvo un contacto directo con lo paranormal, con el más allá. Resulta que, a eso de la nueve de la noche de un día cualquiera, atendió un servicio desde Heredia, en la Universidad Nacional, para dejar un estudiante en las montañas de Escazú. Hasta ahí todo normal.
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Una vez que el estudiante se bajó, Jean Carlo le dio vuelta al carro y comenzó a bajar desde las montañas escazuceñas, esas en las que por muchos años asustó la Tule Vieja, la horrible mujer que tenía cara humana y cuerpo de gallina, según cuenta la leyenda.
Abuelito pura vida
Cuando este uber venía de vuelta bajo el aguacero con sus luces encandiló a un abuelito que andaba caminando solito, Jean Carlo se extrañó mucho de ver una persona mayor, (aparentaba unos ochenta años), a esas horas y solo, por eso bajó la velocidad y le habló.
El abue muy lindo y dulce le dijo que ocupaba un taxi, él le dijo que era uber, pero el señor no entendió, le preguntó qué era eso, a lo que el alajuelense le dijo que ahorita le explicaba, que se montara y él lo llevaría a la casa.
“Mi casa no queda muy largo, es por aquí cerca”, le dijo el abuelito. Jean Carlo le dijo que no se preocupara, que él lo llevaría donde fuera. De hecho, explica el uberiano que el abuelito era bien hablantín, le dijo que toda su vida había vivido en Escazú y que le encantaba ser escazuceño.
Cuando el abue llegó a su destino, una casa grande y de madera, que estaba muy oscura, le dijo a Jean Carlo que esperara para irle a traer el dinero del servicio. El mecánico de profesión se esperó, pero pasó el tiempo y nada que salía.
“La verdad es que en ese momento me quedó claro que al abuelito se le había olvidado que yo lo estaba esperando afuera, por eso, como igual yo tenía que bajar por esa zona para devolverme, comencé a salir de una pequeña como urbanización donde me había metido.
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Un fantasma
“Cuando estaba por salir de la urba, el guarda de seguridad me preguntó que para dónde iba o de dónde venía, yo le expliqué que era uber y que había dejado a un abuelito en una casa y se la señalé… el guarda se puso pálido, pálido y no podía ni hablar”, recuerda Jean Carlos.
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El guarda le aseguro que la casa que le estaba señalando tenía varios meses de estar abandonada porque el señor mayor que ahí vivía falleció meses atrás.
“Incluso me dijo que esa casa la tenían los hijos del abuelito en venta, pero que estaba cerrada hasta con doble candado, que de ahí no entra ni sale nadie”, comentó el chofer.
La palidez del guarda se le pasó a Jean Carlo, quien con todo el miedo que le agarró, respiró profundo, trató de tranquilizarse y para evitar que alguien no le creyera, le hizo algunas fotos a la casa, por supuesto que desde el carro porque ni a palos iba a bajarse, y después se fue a gas pegado de esa zona. Eso sí, dejó de temblar del susto como una hora después, cuando ya estaba en Alajuela.
Sin mala vibra
Don Jean Carlo reconoce que el fantasma del abuelito jamás lo trató mal o intentó agredirlo, incluso, jamás le alzó la voz, por el contrario, se portó muy dulce y amable, como que lo que andaba buscando era un rato de compañía.
“Nunca sentí una mala vibra ni pensé que era un fantasma, de hecho, cuando él se montó el carro se movió como normalmente pasa al subirse un pasajero, por eso sentí que todo estaba bien, cerró la puerta normalmente, él la agarró y la jaló.
“No fue que hablamos mucho, pero sí hablamos. Para evitar los silencios cambié la emisora de radio, le busqué Sinfonola para que escuchara música de su época. El ambiente era perfecto para fantasmas y espantos porque era tarde, el camino era solitario y estaba aguacero cerrado”, comentó
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Cuando ya confirmó que había ubereado a un muerto, le entró la canillera a toda máquina.
“No creo que haya alguien que le guste que le digan que transportó un muerto. Yo incluso me devolví para ver la casa y sí, comprobé que no había rastros de vida, ni una luz prendida ni nada… por eso que con tremendo susto me desconecté de Uber, me fui para la casita a dormir, no quise trabajar más”, nos confirmó don Jean Carlo.