Adriana se muerde los labios de angustia: su hija de siete años estaba perdida este miércoles bajo los escombros de su escuela derrumbada durante el terremoto que el martes azotó a México. Al menos 21 niños murieron aplastados en este lugar y los desaparecidos suman 30.
“No hay poder humano que pueda imaginar el dolor que estoy pasando”, dijo en la madrugada a la agencias de noticias AFP Adriana Fargo en un albergue improvisado a la intemperie, mientras espera noticias de su hija desaparecida bajo las ruinas de la escuela Enrique Rebsamen, al sur de Ciudad de México.
Pero en medio de la tortuosa incertidumbre de madres como Fargo, una esperanza se ha erigido poderosa entre las ruinas de la escuela Rebsamen. Los rescatistas han logrado ubicar a una niña viva bajo los escombros del edificio colapsado.
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Se pide silencio y quietud absoluta mientras un escaner térmico es introducido por una grieta de 45 centímetros de diámetro desde donde se logró tener contacto con la pequeña hace pocas horas.
“Estamos muy, muy cerca de personas que podrían estar vivas. Estamos trabajando junto con cámaras térmicas y unidades caninas. Por momentos guardamos silencio absoluto para escuchar a los sobrevivientes. Ellos suelen gritar o golpear paredes”, dijo a la AFP por teléfono Pamela Díaz, una panadera de 34 años que desde el martes trabaja en el rescate.
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Mientras esperan un milagro, los vecinos se acercan para conseguir más información del operativo de rescate por parte de las autoridades.
“Anoche yo conté cinco cadáveres que sacaron de la escuela”, dijo a la AFP Flor González, una dentista de 42 años que pasó la noche como voluntaria en la zona.
“Vi cuando avisaron a uno de los padres... fue devastador”, dijo con los ojos llorosos.
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Fargo, en tanto, permanece sentada en una silla con los puños apretados y la mirada fija en el suelo.
No alcanzó a pronunciar el nombre de su hija cuando se le preguntó por quién espera y solo logra apretar los labios para contener el llanto.
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Mientras, su esposo trabajaba hombro a hombro con los cientos de soldados, bomberos y rescatistas que, entre la oscuridad de la madrugada, removían cuidadosamente los escombros en busca de señales de vida de los pequeños.
Con picos, palas e incluso a mano limpia, estos hombres -que llevan casi 24 horas sin dormir y mal comer- no escatimaban esfuerzos en la angustiante carrera contrarreloj para encontrar con vida a los al menos 30 niños -según cifras oficiales- que siguen desaparecidos.
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”íSilencio por favor! No caminen, no respiren, que tratamos de escuchar las voces” , clamaba desde el altavoz un policía, mientras un séquito de voluntarios, con linternas en la cabeza, llevaban largas vigas de madera para sostener los techos a punto de derrumbarse.
Hasta ahora, 11 niños y al menos una maestra han sido rescatados con vida de entre los escombros, pero 26 personas fueron retiradas fallecidas, 21 de las cuales menores, según el oficial José Luis Vergara, coordinador del rescate.
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