El Östersunds FK de Suecia es considerado el equipo de fútbol más culto del mundo gracias a sus políticas extrafutbolisticas, en las cuales los jugadores no pasan jugando play en la casa como sucede en muchas partes del mundo.
Esta podría ser una historia más del fútbol. El relato empezaría con un equipo humilde, jugadores casi mediocres que juegan delante de ochocientos aficionados en campos remotos, que cantan en el autobús y se lavan la ropa en casa.
En cierto modo, la historia del Östersunds empieza como muchas otras. Un club pequeño de una ciudad pequeña en el medio de la fría Suecia, que en 2011 jugaba en la cuarta división del país y empieza a escalar posiciones. Vence, asciende, vuelve a hacerlo, sube a la máxima categoría, gana la Copa sueca y juega la Europa League.
Zarandea al Athletic en su estadio de césped artificial y se clasifica con los mismos puntos que los leones a dieciseisavos. Un hito en Suecia, una buena historia de fútbol.
Pero la del Östersunds FK no es una historia más. Lo verdaderamente extraordinario de los rojinegros está fuera del césped y es su Academia de Cultura, una iniciativa que el presidente Daniel Kindberg, un exmilitar que sirvió en Bosnia y pasó a dedicarse a los negocios inmobiliarios, puso en marcha para sacar de su zona de confort a los futbolistas.
La entidad creó el puesto específico de entrenador de la academia y año tras año realizan actividades que nada tienen que ver con el deporte.
Han escrito juntos un libro, han pintado, han interpretado piezas musicales, organizado conciertos e incluso han hecho su versión de ‘El lago de los cisnes’.
Las reglas básicas son dos: todos los miembros del equipo deben participar y el día de la actuación, con el teatro lleno, es como una jornada más de partido.
Se han ganado a pulso el apodo de club culto.
En el vestuario hay futbolistas sirios, iraquíes, ghaneses, nigerianos o ugandeses. Precisamente la multiculturalidad de la plantilla les ha llevado también a participar con centros de acogida de refugiados y de personas sin techo.
Incluso han acudido a una panadería de barrio para aprender a hacer pan.
Todo con el objetivo de sacar de la zona de confort a los jugadores y, a la vez, unir sus lazos.
Kindberg relata la experiencia teatral de sus chicos.
”¿Crees que es divertido bailar ‘El lago de los cisnes’ delante de 500 personas? ¡Es horrible, los jugadores estaban muertos de miedo! Hemos tenido mucho éxito en el campo, pero después de luchar contra todo para hacer un espectáculo, nuestro sentimiento es más profundo. Cada año hacemos algo así y nos ayuda a construir nuestra identidad”, cuenta.
"El fútbol es un juego de equipo jugado por seres humanos. El desarrollo de su personalidad y su crecimiento individual son vitales para nosotros", dijo el directivo a ESPN.
El entrenador, Graham Potter, un exdefensa inglés de la Premier, quien jugó en el Southampton y está con los jugadores desde la cuarta división, fue el mejor aliado posible.
"Si sólo jugamos al fútbol, los jugadores se sentirán cómodos. Si quieres que crezcan como personas, tienes que tener experiencias incómodas", le aseguró el técnico al Daily Mail.